lunes, octubre 17, 2005

Crónica

Barranco, seis de la tarde,
las campanas de la iglesia suenan
y dan el son a sus recovecos.

El sol bajando
y su cielo color rojizo
llama al bohemio de la noche,
de la banca en el parque, del café
y de la parada en la estación del tren.

El vaivén de la gente
provocan el bullicio en el santuario
que nace en el puente
y muere en el mar.

Los vasos comienzan a caer
al igual que una lágrima del recuerdo
que desde sus calles
inmortalizan el encuentro.