Carta a la vejez

Hoy te veo ahí parada
con vestiduras raídas
y una felicidad esquiva.

Hoy te converso con paciencia
escuchando tu testimonio
con el alma abierta.

Hoy te cuido como ayer
guiando tus pasos al caminar
para que puedas sonreír.

Caídas

Lamentos de perros
aulladores de luna
presagiaron la muerte
de ángeles guías
una noche víspera
del día final.

Murmullos de antiguos
amantes nocturnos
sollozaban ante declaraciones
poco habituales de soledad
ante personas ajenas
a toda vida normal.

Señales misteriosas
dieron la bienvenida
a un día soñado
donde los cuerpos se alejaban
a horizontes distintos
y la calma perduró.

Antirrutina

¿Cómo se puede dejar de ver
el cielo al amanecer
si sus colores irradian
la luz que da vida
a las almas?

¿Cómo se puede dejar de querer vivir
si en cada minuto que pasa
las palpitaciones de mi corazón
inyectan el estímulo de ver
todo lo que nos rodea?

¿Cómo se puede dejar el deseo
de querer abrir los ojos cada mañana
si en cada visión que tengo
aparece tu imagen
con una sonrisa tan sutil?

Transformaciones

La noche se esfumó
a través de frases al viento
posandose en una banca
de piedra tan gélida
como el cielo
que dejó de ver la luna.

Su voz se fue dilatando
mientras corría por un pasaje
de fina hierba
la noche en que
la felicidad se tornaba
roja como la sangre.

El sueño fue fugaz
al recordar la silueta
que una vez la vio nacer
sin pensar en un mañana
donde las estrellas
brillen más.